Marina Abramovic y la trascendencia de la performance

Hablar de transcendencia de la performance quizás sea lo más complejo que pueda existir en el arte, considerando que es un área del arte relativamente nueva. La artista serbia Marina Abramovic es una de las que forma parte de ello, siendo de sus máximas exponentes, y que además lleva al menos cinco décadas trabajando en ello.

Marina Abramovic y la performance

Marina Abramovic nació en Belgrado, Yugoslavia; específicamente el 30 de noviembre del año 1946. Estudió en Belgrado, en la Academia de Bellas Artes, así como también en la Academia de Bellas Artes de Zagreb, Croacia, donde sacó un postgrado. Se dedicó a dar clases en la Academia de Bellas Artes de Novi Sad, a medida que se preparaba para sus primeras performances.

La performance no nació de la noche a la mañana bajo un único acto heroico de querer expresar a través del cuerpo determinadas acciones. Aunque efectivamente nació a mediados del siglo XX en torno a las vanguardias artísticas, muchas fueron las acciones que le precedieron.

Recordaremos al pintor estadounidense Jackson Pollock realizando sus pinturas bajo efectos casi performativos; o el pintor venezolano Armando Reverón, quién se amarraba a la cintura una cuerda que separaba su espacio corpóreo más puro (de la cintura hacia arriba), del más banal (de la cintura hacia abajo), mientras esperaba que su fiel modo determinara a través del toque de una campana, el fin de su acto pictórico.

Sin embargo, el estado en el que se movían ambos artistas, parecía ser más un trance del que no puede entrar la performance, ya que esta se ejecuta bajo claras intencionalidades, y con un público considerable que les rodee.

Marina Abramovic: La madrina de la performance

La performance es una de las tantas disciplinas del arte en las que, en este caso, se efectúa a través de acciones por parte del artista, generalmente en vivo o documentadas, presentada ante un público bajo un concepto expositivo interdisciplinario.

Marina Abramovic se hace llamar a sí misma la madrina de la performance. No en vano siendo ella quien, desde los años setenta, comenzaba a crear furor ante sus muestras performáticas incomprensibles para muchos, pero potentes en todo sentido.

A pesar de que unas décadas atrás Marcel Duchamp enviaba un urinario a una exposición como si de una escultura se tratase, a la que tituló Fontaine y únicamente la colocó de manera invertida, como una acción misma irreverente, firmado por R. Mutt, o más adelante en 1963 el mismo artista jugó partidas de ajedrez con modelos desnudas en Pasadena Museum, no bastó a lo que Abramovic venía preparando.

Las primeras performances de Marina Abramovic

Los primeros trabajos performáticos de Marina Abramovic datan de principios de los años 70’, bajo una serie de cinco potentes performances. En uno de ellos exploró en torno a elementos rituales y gestualidades corporales; todo esto a partir del uso de veinte cuchillos con los cuales jugaría al famoso juego ruso.

El famoso juego ruso consiste en mantener la mano abierta sobre una mesa, con los dedos separados, y clavar en los espacios vacíos el filo del cuchillo. Cada vez que se equivocaba y se cortaba, tomaba uno nuevo para continuar el proceso. A medida de todo lo ocurrido, o grababa un audio que luego reproduciría.

Otro de esta serie de performance consistió en la exposición de su propio cuerpo ante el público. La finalidad era probar los límites del público frente al artista. Su rol era completamente pasivo, mientras el público era realmente el que tenía en sus manos la actuación.

Abramovic colocó sobre una mesa 72 artículos diversos, de los cuales el público podía escoger el de su preferencia para hacer uso de los mismos, ante el cuerpo de la artista. Algunos de estos objetos podían causar cierto placer, pero otros podían causar dolor, como cuchillos, tijeras, látigo, una bala y una pistola.

Eran seis horas continuas para tal performance, desde el inicio surgió cierta timidez en el público. Sin embargo, pronto harían empleo de tales objetos punzo penetrantes para infligirle dolor. Le cortaron el cabello, le pincharon el abdomen, le apuntaron con el arma. Cuando concluyó, la artista caminó hacia el público y todos corrieron asumiendo una posible ira en la artista.

La performance en colectivo: El Otro

Marina Abramovic estuvo un tiempo viviendo en Ámsterdam; durante ese periodo conoció al artista de la performance Uwe Laysiepen, conocido como Ulay. Prontamente, comenzarían a colaborar juntos, indagando especialmente en temas en torno al ego y a la identidad artística.

Colaboraron en conjunto durante aproximadamente una década, en la que crearon un colectivo llamado El Otro, vistiéndose de formas similares como si de gemelos se tratase. Fueron diversos los trabajos realizados en conjunto, como la Relación en el espacio, en la que ambos corrían alrededor de una sala, como si de dos planetas se tratase.

Más adelante, produjeron la performance llamada La muerte misma, la cual consistía en unir sus labios sin dejar de inspirar el aire del otro hasta que ambos se quedasen sin oxígeno. Así ocurrió exactamente 17 minutos después, tiempo suficiente para que ambos quedaran inconscientes y cayeran al suelo.

Una pieza en la que exploraron la idea de que los individuos tienen la capacidad de absorber la vida del otro, destruyéndola y cambiándola. Ambos experimentaron una intensa y larga relación, la cual culminó tras una larga caminata por la Gran Muralla China, ambos desde extremos opuestos encontrándose en un mismo punto en el centro de la misma.

The Artist is Present

Toda persona amante de las artes y de la performance, habrá escuchado hablar de Marina Abramovic, y posiblemente de una de sus piezas más conocidas, The Artist is Present, expuesta en el MoMa en el 2010. Consistía en que la artista se mantendría sentada en una silla, y frente a ella, con tan solo una mesa en medio, se sentaría el público a mirarla fijamente a los ojos.

El impacto emocional que dejó en el púbico fue tan grande, que se convirtió en una de sus más representativas muestras performáticas. Una de las escenas más memorables, fue la sorpresa de encontrarse frente a su excompañero artístico y emocional Uwe Laysiepen, Ulay.

Desde aquella ruptura que dio fin la caminata en la Muralla China, no se habían visto más hasta ese instante. Marina Abramovic no dejó jamás de expresar emociones intensas en cada una de sus performances, explorando sensaciones humanas a niveles extremos. Siempre buscando la energía que se crea entre el público y el artista.

Marina Abramovic en la actualidad

No hay duda de que Marina Abramovic ha dejado un legado cultural muy importante dentro del área artística de la performance. Tampoco hay duda de que esta, tras ella, trascenderá a senderos quizás más intensos, pero ni más ni menos relevantes que todo el conjunto que ha dejado, y seguramente seguirá mostrando.

La artista inició en la performance cuando la misma disciplina era desconocida, cuando aún la mujer ejercía muy poco estatus social, cuando su familia y profesores se oponían a que se dedicase a algo, de lo que ni ella misma aseguraba podría transmitir tanto como efectivamente ocurrió.

La arriesgada artista, llena de misticismo en cada una de sus performances, no ha dejado de actuar. Ha recibido recientemente, y pesar del confinamiento por el COVID, el Premio Princesa de Asturias de las Artes, bien merecido. Aun actualmente, colaboró con el canal de televisión Sky Art.

Esto, sin dejar de trabajar en una de sus últimas piezas, The Life, en la que combina realidad virtual, con la realidad aumentada, demostrando que los artistas en cualquier momento, pueden estar en cualquier lugar.

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